Congelación

La congelación no debe confundirse con el proceso inicial a ella: la hipotermia o disminución de la temperatura del cuerpo por exposición prolongada a la baja temperatura ambiente, que se tratará más adelante.
Cuando una persona está helada por excesiva exposición al frío presenta los siguientes los siguientes síntomas:
  • Entumecimiento, tiritones (mecanismo de defensa para producir calor).
  • Somnolencia; pérdida de visión.
  • Tambaleo.
  • Aturdimiento o semiinconsciencia.
Momentos antes de declararse la congelación, es posible que la piel de la víctima tenga el aspecto normal, pero a medida que la congelación progresa la piel se vuelve blanca o gris-amarillenta, hay entumecimiento, hormigueos, excesivo sueño. Es posible que haya dolor pero también puede ser que no. Pueden aparecer ampollas. Las zonas más afectadas suelen ser las orejas, la nariz y los dedos, aunque puede haber una congelación generalizada.

Como norma general, ante una congelación:

  • NO realizar fricciones locales (tampoco con nieve). Las zonas congeladas se vuelven frágiles y pueden partirse.
  • Cubrir la zona afectada con mantas o ropa de abrigo.
  • NO debe aplicarse bolsas de agua caliente ni compresas calientes ni colocar a la víctima cerca de una estufa. El calor excesivo aumenta el daño de los tejidos por una brusca vasodilatación. Si la congelación está generalizada, proceder así:
  • Colocar a la víctima en una habitación a la que se la irá aumentando la temperatura paulatinamente, a razón de 2 grados por hora. O bien:
  • Bañar a la víctima en agua tibia (23 a 27 grados), a la que se la irá aumentando la temperatura a razón de 4 grados a la hora.
  • Si el individuo está consciente se le deben dar bebidas calientes muy azucaradas pero no alcohólicas: té, café, caldo, etc.
  • Cuando haya entrado en calor, hay que animarle a que haga ejercicio con los miembros afectados.